En el marco del aniversario de la
localidad de Zona Sur, Enrique Bernardo Parra repasa, en anécdotas, las
historias sobresalientes de la ciudad: “Seré fanático, pero sólo por la fuerza
podrían sacarme de aquí, este es mi lugar en el mundo”.
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Enrique Bernardo Parra, de
profesión canillita por más de 53 años, es hijo del primer comerciante que se
instaló allí, a mediados de 1946, y es el primer nacido en el lugar. “Aunque
San Bernardo se fundó el 4 de enero de 1944, cuando mis padres vinieron aquí no
había nada. Vivían solamente tres familias y de a poco fueron terminando de
construir lo que se convirtió en el primer centro comercial. Ellos tenían el
almacén de ramos generales -actualmente un locutorio- que también era nuestra
casa”, cuenta.
Tres años después y en pleno
verano, Enrique llegó al mundo allí mismo, con la ayuda de un médico amigo de
la familia que había venido de visita. “Siento que yo soy San Bernardo, nací en
la Vereda Alta”, cuenta riendo y se entiende el motivo de su segundo nombre
(Bernardo). Nos lo cuenta desde la Vereda Alta, justamente, el lugar que la
gestión del intendente Juan Pablo de Jesús revaloriza con el objetivo darle un
impulso como atractivo turístico y patrimonio histórico.
Hablar con un pionero de La Costa
siempre es transportarse en el tiempo. Cada palabra se vuelve imagen. El
esfuerzo realizado por aquellos primeros hombres y mujeres construyendo, de la nada
misma, lo que hoy es una hermosa localidad provoca admiración.
“Recuerdo, de chico, ver
tractores bajando los médanos que llegaban hasta la calle Mitre para nivelar,
hacer las calles y asfaltar. San Bernardo fue el primer lugar en ser asfaltado,
no solo de lo que hoy es el Partido de La Costa sino de toda la Costa
Atlántica. El primer asfalto se hizo en la calle Carlos Chiozza, de Sur a
Norte, y fue realizado el 16 de abril de 1946”, dice con orgullo y aclara:
“Recuerdo la fecha porque el ingeniero que lo realizó me entregó, antes de
morir, los documentos que acreditan la obra”.
Las vivencias de su infancia
comienzan a aparecer en su memoria entre sonrisas y una emoción que atrapa.
Mientras tanto cuenta que en los principios, un pionero de Mar de Ajó, de
apellido Basso, que tenía una fábrica de hielo, fue quien se ocupó de hacerles
llegar la luz por unas cuantas horas al día. Luego éste y otros hombres
formarían lo que hoy es CLYFEMA.
Lo único que tenían en el
invierno para distraerse era el almacén de ramos generales y una pizzería
llamada “El Caracol”, donde la gente se juntaba a jugar a las cartas o
simplemente se reunían para hacerse compañía.
“Un día el lugar se colmó de
gente. Yo era chico, todos estaban eufóricos, festejando algo. Le pregunté a mi
padre qué era lo que pasaba y me contó el motivo: Nos iban a dar luz por dos
horas más. Ya no sería hasta las diez, sino hasta las doce. Eso nos cambiaba la
vida. Diez minutos antes de la media noche se hacían tres cortes pequeños para
avisar que te acostaras o prendieras una vela”, dice Parra lanzando una
carcajada.
Después de 73 años San Bernardo
sigue creciendo. Como buen canillita, Enrique habla con sus clientes y cuenta
que los turistas están muy contentos de ver cómo está la localidad.
“Hay mucha gente que pasa un
promedio de 8 a 9 meses viviendo acá. Eso quiere decir que se vienen haciendo
las cosas bien. Ya tenemos una imagen de localidad con futuro de ciudad. Seré
fanático, pero sólo por la fuerza podrían sacarme de aquí. San Bernardo es mi
lugar en el mundo”, concluye Parra, que el miércoles 4 de enero festeja un
nuevo aniversario del lugar que lo vio nacer.
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